Antes de que iniciara la misa del
domingo, estuve observando a dos familias que llegaron un poco después que yo y
se acomodaron en las bancas de más adelante.
Primero llegó una mamá joven, morena y muy
guapa con una niña parecida a ella como de unos 11 años, seguidas por dos niños
mas chicos, como de 9 años y el pequeñito cerca de los 5 añitos.
Estos niños eran güeros, muy
güeros (rubios), tanto que hasta las pestañas eran casi blancas, sobre todo el
más chico, contrastaban con la mamá y la hermanita.... en seguida se acomodó
junto a ellos el papá, tan güero como los niños... pero eso no fue lo que más
observé, sino las actitudes de los dos niños..... los dos, luchando por ser el
más cercano a su papá.... por supuesto que el mayor desplazó al chico.... que,
sin manera de ganarle a su hermano, no le quedó otra arma que el llanto...
inmediatamente los ojitos y la nariz del niño se pusieron rojas, rojas, y las
lágrimas se le saltaron... tanto la mamá como el papá preguntaron ¿qué te pasa?
y el niño restregándose la cara dijo que quería estar junto a su papá..... sin
más palabra, el papá se puso en las piernas al niño y asunto solucionado,
aparentemente, el grandecito repegado a su papá, apretado contra su brazo
trataba de llamarle la atención más que su hermano... así permanecieron un buen
rato, hasta que el chiquito tuvo ganas de ir al baño.... entonces recordó que
también tenía mamá y fue ella la que lo llevó fuera... no una sino tres veces
durante la misa.
La otra familia llegó un poco después, una
mamá con dos hijos hombres, el papá y una señora que supongo era una tía por la
cercanía de los niños con ella, los dos niños eran algo mas grandes que los
otros, uno como de 12 años y el otro como de 10.... En esta familia se repitió
el mismo patrón, los dos chicos uno a cada lado de su papá sin dejar ni un
espacio entre ellos, apretados contra sus brazos. mirándolo a la cara...
pendientes de él......
Estas dos familias irradiaban
algo…. Irradiaban seguridad, armonía, confianza…. Se sentía uno agusto con su
cercanía.
Realmente es hermoso el amor paterno, es tan
necesaria esa intimidad, esa admiración por la imagen paterna que fue un
verdadero privilegio ver el espectáculo repetido y tan cercano. ¡Cuántas niños
quisieran vivir así!
Dios bendiga a las familias, a
los papás que están junto a sus hijos y
les dan tanto amor y confianza. También pedimos por aquellos que no han sabido,
ni han querido; o no han podido ejercer
su paternidad.
En el mes de Octubre que se
celebrará el Sínodo sobre la Familia, oramos por todas las familias del mundo.
Por las que sufren, pero también por las que son felices, por las que saben ser
testimonio de que la familia es un don de Dios. En esta ocasión por los papás.
Se habla tanto de “madres solteras” como si fuera un logro en la sociedad y no
como un fracaso en la relación. Las madres solteras tienen que enfrentarse a
muchísimas cosas para sacar adelante a sus hijos pero de ninguna manera, estoy
segura, es lo que ellas deseaban para sus hijos. Cuando concibieron, no lo
hicieron solas, sino porque entablaron una relación que esperaban fuera de amor
y felicidad pero que por distintas circunstancias terminó rota. Y una ruptura
no es motivo de alegría ni de estabilidad. Así que, gracias papás que están con
sus hijos como debe ser, como se espera que sea. ¡Cómo se alegra el corazón
cuando se ve una familia unida!... y a los hijos amando y admirando a sus papás,
como pude ser testigo en esta ocasión de la que doy gracias a Dios.
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