jueves, 31 de julio de 2014

SER ABUELO

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Para el ignorante, la vejez es el invierno de la vida, pero para el sabio, es la época de la buena cosecha
Para el ignorante, la vejez es el invierno de la vida, pero para el sabio, es la época de la buena cosecha
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Mi padre decía que la “alegría del viejo es ser abuelo”. Hoy yo experimento esa verdad. Cómo es bueno estar con mis diez nietos, contándoles historias, desafiándolos con “veo veo”, jugando fútbol, vídeo juegos, andando en bicicleta, pintando para ellos, enjugando sus lágrimas infantiles, jugando al escondite de sus madres … ¡Qué cosa más gustosa son los nietos!
Pero en todo eso yo busco poner en los corazones de ellos la llama de la fe, el amor a las virtudes, el respeto a los padres, a los más mayores, el amor a Dios, y la belleza de la vida que Dios les dio.
En la oración del Ángelus en el Palacio San Joaquín el 26 de julio de 2013, en la JMJ, el Papa Francisco dijo:
“Qué importantes son los abuelos en la vida de la familia, para comunicar el patrimonio de la humanidad y de la fe que es esencial para cualquier sociedad. Y qué importante es el encuentro y el diálogo entre las generaciones, principalmente dentro de la familia”.
Pienso que en estas palabras el Papa resumió la importancia de los abuelos en la vida de los nietos. Ellos traen consigo una larga experiencia adquirida en la escuela de la vida, en los libros, en las luchas, en las lágrimas, en el dolor y en las alegrías.
Ellos ya vieron morir a muchos, ya sufrieron en la propia carne las derrotas y los fracasos, y tuvieron que levantarse nuevamente en cada tropiezo. Por eso, ellos pueden enseñar a los hijos y los nietos a huir del peligro. Es mucho mejor aprender con los errores de los otros que con los propios.
Dice el libro de Proverbios que: “El vigor es la belleza de los jóvenes, las canas el ornato de los viejos” (Pr 20, 29).
El hombre moderno “conquistó el universo, pero perdió el dominio de sí mismo”, dijo Michel Quoist; por eso “se siente amenazado por aquello que construyó con su inteligencia y con sus manos”, dijo Juan Pablo II.
Esto es porque le falta sabiduría. Y esta sabiduría los abuelos la traen en el alma. No basta la ciencia y la técnica, es necesario cultivar los valores éticos y morales.
Para el ignorante, la vejez es el invierno de la vida, pero para el sabio, es la época de la buena cosecha.
“No son los años los que nos envejecen; sino la idea de quedarnos viejos. Hay hombres que son jóvenes a los ochenta años, y otros que son viejos a los cuarenta”, dijo el p. Antonio Vieira (1608 – 1697).
Un anciano que supo envejecer como el vino, sin volverse vinagre, sabrá agradar a los nietos y hacerlos crecer en sabiduría y santidad.
En este mundo tan ocupado donde los padres y las madres se agitan con muchas actividades, muchos hijos se quedan sin sus presencias tan importantes.
Entonces, crece todavía más la importancia de los buenos abuelos que puedan suplir esa ausencia. Es un verdadero apostolado de la tercera edad.
Los abuelos pueden ser hoy los primeros catequistas de los nietos, cuando los padres ya no pueden hacer eso; especialmente en aquellos casos en que falta uno de los padres en la vida del nieto.
Sin duda, no es una misión fácil a causa del peso de los años, pero es una tarea magnífica en un mundo donde comienzan a desaparecer los verdaderos valores morales y espirituales.

Autor desconocido. Enviado por Miguel Iborra.

viernes, 18 de julio de 2014

¿para qué sirve una familia con fe?


Un matrimonio, con muchos hijos. Una familia en la que la mamá de un carácter fuerte pero muy religioso no siempre podía tener el control que deseaba. El papá un hombre trabajador, el típico proveedor, un tanto alejado de los problemillas domésticos. Los hijos buenos todos pero con sus marcadas diferencias.

De niños todo era lo normal, los típicos pleitos infantiles, lo acostumbrado en una familia grande, de clase media baja; juegos, estudios, amistades…. Nada que los haga diferentes al resto de las familias de su alrededor. Las niñas aplicadas, inteligentes de un bonito medio aceptable. La ropa siempre heredada de una hermana a otra por lo que a la de en medio le tocaba bastante avanzada en uso…. Se dice ahora en psicología, la niña sándwich, la que no se define ni como la mayor con sus privilegios de primogénita ni la pequeñita con sus privilegios de consentida. Es decir, un tanto inadvertida, un tanto indefinida, temerosilla, asustadiza, pero juguetona a mas no poder, digamos traviesa.

En el contexto familiar primaba la fe. Un colegio católico que reafirmaba lo vivido en casa.La oración por la noche en conjunto, la misa de domingo sin falta, así como la confesión el sábado después del catecismo parroquial. Y las fiestas hermosas de Navidad, Pascua, y demás celebraciones de la fe.

De niña la confidencia con las hermanas, con la mamá, con las tías cercanas…. Al avanzar en la adolescencia, los silencios, y las amistades cobran mayor importancia. Cada uno va forjando su destino. Al crecer se marcan mucho mas las diferencias…. Y las características personales se agudizan… así la niña sándwich se vuelve todavía más insegura, mas temerosilla y para competir con las  hermanas, para que no se le note lo miedosa comete errores, esconde sus defectos (eso cree). Un día toma una decisión: va a definirse y se autoproclama (en secreto) que va a ser mala. Punto.

El ser mala consistía en no confesarse, no hacer caso de los buenos consejos, no abrirse a nadie y buscar su felicidad según sus débiles criterios…… pero llegó la Navidad… la fiesta mas hermosa de todas, la favorita de toda la familia, la Navidad que se vive como tiempo litúrgico fuerte…. Y he aquí que la adolescente sándwich se derrumba…. No se confesó, no comulgará…. Está perdida.

Toda su maldad se vuelve llanto. Que horrible es ser mala. Que negrura causa al corazón, pero el daño estaba hecho. Y prosigue en su obsesión de ser mala…. Pero parece que nadie se da cuenta. Llega el tiempo de los novios y obvio, su mal comportamiento toma otros tintes…. Se convierte en un mal ejemplo pero en su “ingenua” maldad todavía cree que sigue pasando inadvertida aunque se le está notando que no es lo esperado por su familia. Que es lo que sucede: se vuelve hipócrita, aparenta… que todo va mejor, que las cosas no son tan malas que saldrá adelante, pero trae una piedra arrastrando que pesa cada día mas.

Ahora la línea esta marcada, ella ya no es igual que sus hermanas, aquellas siguen sus estudios, tienen ideales, son abiertas, sinceras, tienen bien definidos sus principios y las envidia…. Vuelve una y otra vez a ponerse en su lugar familiar pero sin sentido de propiedad.

En ese momento todo podía derrumbarse, o podía componerse, era cuestión de reconocerse tal cual era o seguir por ese camino zigzagueante de hipocresía. Toma el buen camino, pero con infinidad de caídas, sola, sin recurrir a nadie porque teme que la vean como un monstruo pues así se ve a sí misma. Y continua su vida…. En ese proceso de soy mala ahora, no, mejor soy buena… pero no alcanza a ser ni una cosa ni otra. Se convierte en “mediocre”.

La mediocre, llega a la adultez y entra en el proceso del matrimonio…. Enamorada de un buen hombre que la mira como una reina se siente redimida. El amor la redime. Aunque no del todo. Su vida tiene que ser todavía mas estrujada y golpeada para que resurja aquella chiquilla alegre y juguetona que se hundió en el laberinto psicológico de la soledad y el ocultamiento…..y busca a Dios, a ese Dios que la hacía feliz en Navidad, en Pascua, en la confesión del sábado y en la misa del domingo…. Empieza por ahí… va al confesionario….. va a Misa, busca en el Sagrario pero sigue siendo algo solitario. Como un secreto. Necesita ayuda, necesita una familia, una comunidad…. Y…. la encuentra……empieza a recorrer un camino nuevo, en donde la sinceridad tiene que tomar el lugar de la hipocresía, donde la bondad tiene que ganarle a la maldad, donde los buenos sentimientos tienen que imponerse al egoísmo…. Todo un proceso interminable… toda una escalada agobiante dejando girones sangrantes cada vez que la soberbia tenía que ser desplazada por la humildad. Pero un camino estimulante siempre ayudada por otros, nunca más sola. Ella ahora pertenece a alguien, participa, es. Es Iglesia, vive en su casa verdadera, la Iglesia es su madre y su maestra. Ella puede ahora ser hija, puede ser hermana, puede ser esposa y madre. Nada perfecto porque eso no existe pero es ella misma, un reflejo de Dios.

Todo lo tenía en semilla, se lo había dado su familia, pero lo tiró por el camino, lo único que necesitaba era dejar que Dios le alumbrara, dejarse ver tal cual, para volver por el camino conocido del amor.


Confiar en Dios, buscarle a Él, necesitar de Él. Algunos por los caminos conocidos, otros por caminos totalmente nuevos pero siempre hay que buscar a Dios… y nunca solos. Dios nos ha dado a todos una familia y todavía más, la gran familia de la Iglesia que es el camino mas bello por el que podemos transitar para llegar a la Vida Eterna. Al Amor.

sábado, 12 de julio de 2014

MI NIÑO ADOLORIDO

Cuando daba catecismo tuvimos una lección en la que se hablaba del amor de Dios Padre y como es natural se recurría al amor paterno para que alcanzaran los niños a entender lo que significa el amor de Dios….. pero un niño sin más se levantó de su lugar…. Fue directo hacia mi y me hizo la seña de que me acercara a él y en secreto en mi oído me dijo con su vocecita temblorosa: yo no tengo papá……. Por mi oído entró con su vocecita toda la tragedia de ese corazón tan pequeño que sentía un dolor que no podía expresar. Le pregunté también en voz baja que había pasado con su papá y me dijo con los ojos enrojecidos y húmedos: Se fue a vivir a otra parte. Le apreté suavemente su cabeza y le dije que si quería al ratito platicaba con él y  continué la clase con una perspectiva totalmente distinta a la que me marcaba el catecismo….. Al terminar ya en privado y a solas traté de darle un poco de paz, pedí a Dios que me ayudara a que ese niño se sintiera mejor. La verdad no sé si lo logré, le dije: Si tienes papá…. Él ahora no está contigo pero él sigue siendo tu papá y nunca va a dejar de serlo. Y además ahora aprendiste que Dios es tu padre, tu Padre del cielo que te ama inmensamente y nunca te dejará. Vamos a pedirle a él para que siempre sepas que tienes papá aquí en la tierra y también en el cielo. Lo miré un rato, me miró y sonrió y me abrazó… se secó las lágrimas con las mano y se fue porque lo esperaba afuera su mamá. Después de él fueron llegando otros niños en el transcurso de mi tiempo de catequesis con los mismos sentimientos… pero mi lección había sido totalmente transformada por mi niño que no he olvidado…. Su nombre es Juan Carlos. Ahora es ya un joven ¿cómo será su vida? Lo desconozco….  

Muchos, cada vez más y más niños viven con esos sentimientos…. Un dolor que no lo expresan con palabras sino que se va traduciendo en conductas que dificultan su sano crecimiento. Tantos y tantos problemas que heredamos a los hijos ¿Qué pasará en sus vidas? ¿cómo percibirán la vida matrimonial? ¿qué clase de familia formarán ellos?


He visto “muchas” películas gringas en que se maneja el problema de los hijos de papás divorciados…. Y es traumático ver como recae siempre sobre los hijos la responsabilidad de “comprender” lo que les pasa a los papás….. los niños con toda su inmadurez tienen que “comprender” que los papás ya no se aman….. y no al revés, que los papás entiendan que los hijos sufren irreversiblemente la ruptura de sus padres. Esas películas extienden un velo de conformidad y aceptación del divorcio absolutamente               CRUEL.

miércoles, 9 de julio de 2014

SUPERAR LA DIALÉCTICA DE LA CONFRONTACIÓN

Sínodo sobre la familia: superar la dialéctica de la confrontación


religionconfidencial.com
Sínodo sobre la familia: superar la dialéctica de la confrontación
Un denominador común: intentar contribuir a fortalecer la familia, tan maltratada en el mundo contemporáneo, de modo particular en la comunicación social
Las noticias sobre el documento de trabajo para el próximo sínodo extraordinario de obispos sobre la familia, me han traído a la memoria el fenómeno de confrontación típico hace más de cincuenta años en torno al Concilio Vaticano II. Por aquel tiempo creció la información religiosa y, salvo error por mi parte, comenzó a hablarse de los vaticanistas, es decir, de los periodistas especializados en información sobre la Iglesia.
Junto a ellos, grupos de presión notorios trataban de influir en las deliberaciones sobre temas más o menos delicados en las comisiones conciliares y en las sesiones plenarias. Pasado el tiempo, se comprueba tanto la sesgada información que se difundía, como la escasa influencia de posturas que se autoproclamaban fautores de la Iglesia del futuro.
Algo de esto sucede ahora, a mi juicio, en la preparación del próximo sínodo. El pasado 26 de junio se presentaba oficialmente el instrumentum laboris, con la precisión de que no representa la posición de la Santa Sede: más bien refleja una síntesis de las respuestas al cuestionario −enviado desde Roma en noviembre del 2013, procedentes sobre todo de las conferencias episcopales.
Frente a lo que parecía deducirse de algunas intervenciones no lejanas sobre estas cuestiones de obispos mediáticos de países desarrollados, no parece que el conjunto de respuestas refleje entusiasmo alguno por ideologías postmodernas que replantean la identidad familiar. Ciertamente, las 87 páginas del documento plantean más interrogantes que respuestas tradicionales o novedosas, pero con el denominar común de intentar contribuir a fortalecer la familia, tan maltratada en el mundo contemporáneo, de modo particular en la comunicación social.
Quizá por eso, la primera parte del texto subraya la necesidad de difundir más la enseñanza de la Biblia sobre la familia: ahí está el núcleo y el fundamento de la espiritualidad y de la vida de los cristianos. Más indispensable aún es una adecuada difusión del magisterio eclesiástico, incluida la responsabilidad de los pastores locales en la transmisión fiel de la doctrina, por encima de criterios o posiciones personales. Si en épocas no lejanas, episcopado y clero daban una imagen que algunos criticaban por monolítica, a veces se producen hoy climas de confusión justamente por lo contrario.
En cualquier caso, siempre con el trasfondo petrino de dar razón de la propia esperanza, se impone mejorar la transmisión en esta época tan dependiente de las comunicaciones. Un gran reto −para clérigos y laicos, todos llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la evangelización en su propio ambiente− es justamente pensar y repensar los contenidos magisteriales, para reflejar en la transmisión su profundidad humana, su belleza también cultural y su capacidad transformadora como cauce de paz y libertad solidarias.
Gran preocupación de Benedicto XVI fue la revitalización de la ley natural. Esa inquietud está presente en el documento sinodal, especialmente ante las dificultades que derivan de esquemas culturales o sociales ajenos o alejados del cristianismo: desde los hedonismos individualistas del occidente, a las exigencias de culturas tribales o tradiciones ancestrales en el tercer mundo. Una visión consecuencialista refleja el despojo humano y la inestabilidad social producidos por tales planteamientos.
Pero no es suficiente mostrar el fracaso de la modernidad. Es preciso fortalecer los mensajes ilusionantes de los pontífices y de los santos de nuestro tiempo, no siempre bien conocidos ni siquiera por los creyentes. Y siempre con optimismo: a pesar de tantas campañas, los sondeos de opinión siguen reflejando la nostalgia de la familia, y la confianza en ella, aun como gran refugio en momento de crisis.
La prensa ha destacado mucho las situaciones límites que también abordará el sínodo. No por ser minoritarias dejan de ser atendibles: basta recordar la parábola de la oveja perdida. Pero no parece que deban constituir el nervio de la vida y de la pastoral cristiana. Más bien −y de acuerdo con principios del Concilio Vaticano II quizá insuficientemente desarrollados, se trataría de profundizar con sentido positivo en la concepción de la familia como instrumento de santidad y de evangelización.
Salvador Bernal

martes, 8 de julio de 2014

El Sínodo de la familia debatirá sobre pastoral, no sobre doctrina

Lo que está sobre la mesa no es la bendición del divorcio, sino la atención que la Iglesia está llamada a brindar a las personas en situaciones irregulares

En la presentación del Documento de trabajo del Sínodo, el obispo y teólogo italiano Bruno Forte, Secretario Especial de esa próxima Asamblea, aclaró que «no está en discusión la doctrina de la Iglesia, confirmada en numerosas ocasiones en los últimos años por las diferentes intervenciones del magisterio pontificio».
 
La reflexión del Sínodo, explicó, versará «sobre la manera de proponer la doctrina, de acompañar su acogida y la práctica, de mostrar de manera clara las potencialidades humanizadoras ante su desconocimiento o incomprensión».
 
El prelado aclaró que el Sínodo subrayará, además, cómo la actitud de la Iglesia, «ante las personas que viven situaciones familiares difíciles o irregulares, debe reflejar la mirada de misericordia con la que el Padre celestial mira y ama a cada uno de sus hijos».
 
Como dice el Papa Francisco en el documento programático de su pontificado, la Exhortación Evangelii gaudium, 47, «la Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas».
 
El Sínodo se agachará ante las heridas de las personas que ven cómo su matrimonio se ha roto, o cómo su corazón no ha podido amar o ser amado para siempre.
 
Por este motivo, el Documento de trabajo afirma: «La verdadera urgencia pastoral es permitir a estas personas que curen sus heridas, vuelvan a ser personas sanas y retomen el camino junto a toda la comunidad eclesial. 
 
La misericordia de Dios no provee una cobertura temporal de nuestro mal, al contrario, abre radicalmente la vida a la reconciliación, dándole nueva confianza y serenidad, mediante una auténtica renovación
 
La pastoral familiar, lejos de cerrarse en una mirada legalista, tiene la misión de recordar la gran vocación al amor a la que la persona está llamada, y de ayudarla a vivir a la altura de su dignidad».
 
¿Divorcio católico?
 
Por tanto, y aclarando una de las confusiones típicas, este Sínodo no discutirá acerca de un supuesto divorcio católico, un expediente que permitiría a una persona volverse a unir en nupcias en comunión con la Iglesia y con la novia vestida de blanco.
 
Como explica monseñor Forte, «la medicina de la misericordia nunca busca favorecer los naufragios, sino siempre y únicamente salvar la barca en el mar en tempestad y dar a los náufragos la acogida, el cuidado y el apoyo necesarios”.
 
“Si no se comprende esta intención fundamental, se interpretará de manera equivocada todo lo que diga el Sínodo sobre la situación de los separados, de los divorciados, de los divorciados vueltos a casar, de las convivencias, de las uniones de hecho, o de las uniones entre personas del mismo sexo», aclara.
 
El debate que está sobre la mesa, pues, no es la bendición del divorcio, sino la atención que la Iglesia está llamada a brindar a los divorciados vueltos a casar, u otras personas en situaciones irregulares. Es una cuestión de atención pastoral, no de teología.
 
Esta relación tiene muchas manifestaciones; ahora bien, el debate se concentra en la posibilidad de que los divorciados vueltos a casar puedan acceder a la Comunión.
 
Será sin duda uno de los debates del Sínodo. Sean cuales sean las conclusiones, no significará en ningún momento la relativización del Evangelio ni de la doctrina milenaria de la Iglesia, sobre la cual Francisco aclara que «la Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles» (Evangelii gaudium, 80).
 
Y, en esa misma Exhortación apostólica, añade: «Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: ¡Dadles vosotros de comer!».

Artículo publicado originalmente por Alfa y Omega

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