sábado, 15 de noviembre de 2014

015 FRANCIA (EUROPA)

El Espíritu abre a la inteligencia humana nuevos horizontes que la superan y le hace comprender que la única sabiduría verdadera reside en la grandeza de Cristo. Para los cristianos, la Cruz simboliza la sabiduría de Dios y su amor infinito revelado en el don redentor de Cristo muerto y resucitado para la vida del mundo, en particular, para la vida de cada uno. Que este descubrimiento impresionante de un Dios que se ha hecho hombre por amor os aliente a respetar y venerar la Cruz. Que no es sólo el signo de vuestra vida en Dios y de vuestra salvación, sino también –lo sabéis- el testigo mudo de los padecimientos de los hombres y, al mismo tiempo, la expresión única y preciosa de todas sus esperanzas. Queridos jóvenes, sé que venerar la Cruz a veces también lleva consigo el escarnio e incluso la persecución. La Cruz pone en peligro en cierta medida la seguridad humana, pero manifiesta, también y sobre todo, la gracia de Dios y confirma la salvación. Esta tarde os confío la Cruz de Cristo. El Espíritu Santo os hará comprender su misterio de amor y podréis exclamar con San Pablo: “Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo” (Gál 6,14). Pablo había entendido la palabra de Jesús –aparentemente paradójica- según la cual sólo entregando (“perdiendo”) la propia vida se puede encontrarla (cf. Mc 8,35; Jn 12,24) y de ello había sacado la conclusión de que la Cruz manifiesta la ley fundamental del amor, la fórmula perfecta de la vida verdadera. Que a algunos la profundización en el misterio de la Cruz os permita descubrir la llamada a servir a Cristo de manera más total en la vida sacerdotal o religiosa.VIGILIA DE ORACIÓN CON LOS JÓVENES DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI Catedral de Notre-Dame de París Viernes 12 de septiembre de 2008

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