Hemos estado
incluyendo el tema del II Sínodo Extraordinario, en preparación al III Sínodo,
porque lo que en la Iglesia sucede no pasa así nomás porque sí. La Iglesia y
los Papas siempre llevan una continuidad, digámoslo así, en ascenso…. Lo que
pasó antes nos ayuda a subir un escalón más para la comprensión y vivencia de
nuestra fe. Y cómo los temas sobre el III Sínodo están tan a la orden del día….
Todos hablan de eso, todos quieren saber, todos hacen sus especulaciones… es
entonces que aquí queremos no solo ver qué va a suceder sino que ha sucedido
para tener bases y que nos ayuden a entender lo que viene.
CRISTO SÍ, IGLESIA TAMBIÉN
En el centro de la reflexión
sobre la Iglesia se situaron las dimensiones de “misterio” y de “comunión” Se
interpelaron los sinodales: ¿Si el Concilio hablo tanto y tan bien sobre la
Iglesia porque se ha difundido esa desafección hacia ella? ¿tenemos la culpa
los Obispos por haber hablado de cambios de las estructuras, cuando había que
haber hablado más de Dios y de Cristo? La Iglesia no se inventa a sí misma.
Cristo la fundó. No es democrática, sino sacramental.
Se habló así: “Hoy está de moda
decir Cristo sí; Iglesia no” El Sínodo ha ayudado a redescubrir que Dios se da
al mundo a través de su Iglesia.
Otro tema clarificado fue el del
secularismo y la secularización, no hay que confundirlos. La secularización
entendida como autonomía de lo creado, es correcta. El secularismo, que
pretende una visión del hombre y del
mundo prescindiendo de Dios, no es correcta. Para vencer el secularismo el
Sínodo reclama la santidad de todos los
bautizados y exhorta especialmente a los obispos y a la órdenes religiosas.
Otras crisis históricas fueron resueltas por la santidad de las órdenes
religiosas.
Otra cosa importante que también
se trató fue y se insistió fue el “misterio” de la Iglesia, invitando a
superar todas las presentaciones
puramente humanas, sociológicas y estructurales de ella.
En cuanto a la Palabra de Dios,
la Escritura ha de estudiarse a la luz del Magisterio y la Tradición.
El avance de lo pedagógico en la
catequesis no había ido acompañado de
igual progreso en los contenidos, que se habían empobrecido. Juan Pablo II
recibió con agrado la petición de todo el Episcopado de un compendio de la
doctrina católica. De un catecismo universal.
La Liturgia apareció como uno de
los mayores frutos conciliares, aunque se subrayaba la necesidad de no
convertirla en espectáculo. No tiene que representar modas, sino el misterio
sagrado, y debe hacerlo sin perder el sentido de la belleza.
La única intervención del
cardenal Ratzinger durante el debate fue sobre la Iglesia como “comunión”. Dijo
que es necesario entender la Iglesia como “misterio” en su trascendencia hacia
Cristo, y, en cuanto a la colegialidad, insistió en que es más importante la
dimensión espiritual que la jurídica.
La dimensión universal de la
Iglesia quedó en primer plano con la presencia de los Patriarcas de las
antiguas Iglesias de Oriente a quienes el Sínodo dio prueba de solidaridad
mediante la creación del Comité del Líbano.
Durante las dos semanas, el Papa,
silencioso y a la escucha en el aula, habló personalmente con todos y cada uno.
Por su capilla privada pasaron muchos a concelebrar o asistir a la misa
matutina. Los invitó a su mesa por grupos de lenguas, y en el almuerzo masivo y
fraternal, de 163 obispos, sin protocolos, que les ofreció el último sábado en
Santa Marta, se mostró gozoso y satisfecho y bromeó con todos en medio de una
atmósfera abierta y expansiva.
En muy pocas palabras hemos
desglosado lo que fue aquel II Sínodo que dio tanto a la Iglesia, así, nos
vamos preparando a la llegada de este III Sínodo Extraordinario sobre la
Familia, con un corazón unánime: Cristo sí; Iglesia también. Confiando en el
Espíritu Santo que nos comunica siempre con su soplo la Verdad, eso le pedimos
en oración.
Josefina Rojo
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