El Niño Jesús, nacido en Belén, es el signo que
Dios dio a los que esperaban la salvación, y permanece para siempre como signo
de la ternura de Dios y de su presencia en el mundo. El ángel dijo a los
pastores: «Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño…».
También hoy los niños son un signo. Signo de
esperanza, signo de vida, pero también signo “diagnóstico” para entender el estado de salud de una familia, de
una sociedad, de todo el mundo. Cuando los niños son recibidos, amados,
custodiados, tutelados, la familia está sana, la sociedad mejora, el mundo es
más humano……
Dios hoy nos repite también a nosotros, hombres y
mujeres del siglo XXI: «Y aquí tenéis la señal», buscad al niño…
El Niño de Belén es frágil, como todos los recién
nacidos. No sabe hablar y, sin embargo, es la Palabra que se ha hecho carne,
que ha venido a cambiar el corazón y la vida de los hombres. Este Niño, como
todo niño, es débil y necesita ayuda y protección. También hoy los niños
necesitan ser acogidos y defendidos desde el seno materno.
En este mundo, que ha desarrollado las tecnologías
más sofisticadas, hay todavía por desgracia tantos niños en condiciones
deshumanas, que viven al margen de la sociedad, en las periferias de las
grandes ciudades o en las zonas rurales. Todavía hoy muchos niños son
explotados, maltratados, esclavizados, objeto de violencia y de tráfico
ilícito. Demasiados niños son hoy prófugos, refugiados, a veces ahogados en los
mares, especialmente en las aguas del Mediterráneo. De todo esto nos
avergonzamos hoy delante de Dios, el Dios que se ha hecho Niño.
Y nos preguntamos: ¿Quién somos nosotros ante Jesús
Niño? ¿Quién somos ante los niños de hoy? ¿Somos como María y José, que reciben
a Jesús y lo cuidan con amor materno y paterno? ¿O somos como Herodes, que
desea eliminarlo? ¿Somos como los pastores, que corren, se arrodillan para
adorarlo y le ofrecen sus humildes dones? ¿O somos más bien indiferentes?
¿Somos tal vez retóricos y pietistas, personas que se aprovechan de las imágenes
de los niños pobres con fines lucrativos? ¿Somos capaces de estar a su lado, de
“perder tiempo” con ellos? ¿Sabemos escucharlos, custodiarlos, rezar por ellos
y con ellos? ¿O los descuidamos, para ocuparnos de nuestras cosas?
El Papa Francisco desde Belén
nos lanza un mensaje al formularnos estas preguntas que tocan directamente
nuestras conciencias. Conciencias muchas veces adormiladas, que nos dejamos hacer diagnósticos al aire, sin bases,
y peor aún a tomar “píldoras” las
respuestas “cliches”, los slogans que se
han metido en nuestra mente y los damos por buenos pero que no llegan al
profundo estado de nuestras vidas.
Nos invita a pensar en la
familia, esa familia de hoy que pone en primer lugar el éxito económico, las
vanalidades, los prejuicios…. Esa familia que no quiere verse reflejada en un
papá una mamá y unos hijos sino que busca como acabar con esa imagen
acogedora…. Para transformrala en cualquier cosa….. que los hijos se
acostumbren a la falta de alguno de los dos….. esos hijos que tienen que dividirse entre dos
hogares….. y cosas peores.
Recordemos que todas las
familias del mundo necesitamos recordar que es ser familia y el Papa Francisco
nos dice desde Belén:
«Y aquí tenéis la señal»: encontraréis un niño. El
Niño Jesús nacido en Belén, todo niño que nace y crece en cualquier parte del
mundo, es signo diagnóstico, que nos permite comprobar el estado de salud de
nuestra familia, de nuestra comunidad, de nuestra nación. De este diagnóstico franco y honesto, puede brotar un estilo de vida nuevo,
en el que las relaciones no sean ya de conflicto, abuso, consumismo, sino
relaciones de fraternidad, de perdón y reconciliación, de participación y de
amor.
Podemos hacer lo que muchos
hacen cuando se les da un diagnóstico médico… buscar segundas y terceras
opiniones….. pero, cuántos riesgos se corren a la hora de tomar decisiones… Nuestra
vida familiar está en peligro y andamos todavía pidiendo hasta cuartas y
quintas opiniones con tal de no hacer lo que sabemos es lo que nos dará la
verdadera salud.
En camino hacia el III
Sínodo Extraordinario sobre la Familia, el Papa nos ayuda con estas reflexiones
a buscar mejores caminos a gustar la alegría de ser familia, de no conformarnos
y acomodarnos a los errores y abusos en los que se pone a prueba la estabilidad
de la familia. Nos hace dirigir nuestras miradas a la Madre de Dios y a pedirle
lo que necesitamos para seguir adelante por el camino que Dios nos ha enseñado.
Oh María, Madre de Jesús,
tú, que has acogido, enséñanos a acoger;
tú, que has adorado, enséñanos a adorar;
tú, que has seguido, enséñanos a seguir. Amén.
Algunos
extractos de la Homilía del Papa Francisco en Belén. 25 de Mayo de 2014
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